Érase una vez un Corazón que debía emprender una travesía. El punto de origen estaba en un desengaño amoroso, si bien desconocía su destino. Aun cuando fueron muchos los amigos y familiares reunidos en la salida, era preciso que aquel viajero realizara su trayecto en solitario. Eligió hacerlo en ferrocarril.
Les dijo adiós. No hay despedida sencilla por mucho que la añores.
Llevaba las alforjas llenas de recuerdos, el alma en carne viva.
Subió al tren que indicaba su billete; un vagón de compartimientos, con seis plazas cada uno. En el suyo encontró a los primeros compañeros: la Nostalgia, la Impotencia, la Desesperanza, el Dolor y la Tristeza.
Con puntualidad meridiana, la máquina partió.
La Nostalgia rompió el silencio, recordando los momentos que ya no volverán. El Dolor traspira amargura en sus comentarios; lo malo de ser buena persona es que hay quien te daña para comprobarlo. La Impotencia quiso llamar la atención confesando ante el grupo que no creía lo ocurrido. La Desesperanza negó que hubiera futuro, que pudiera haber mañana tras un ayer tan intenso.
La Tristeza, llorona e introvertida, analiza las causas del desenlace:
- ¿Qué pasó?, ¿en qué me equivoqué?, ¿de quién fue la culpa?... ¿Acaso conté con lo que no tenía?
Mientras, el Corazón calla y devuelve el saludo al revisor. Su ticket está en orden.
Llegaron en hora a la primera estación. En ella se apearon Nostalgia y Desesperanza, ocupando sus asientos la Rabia y la Soledad. Fue esta última quien abrió conversación expresando que, pese a estar rodeada de gente que le daba quintales de cariño, no tenía con quien compartir sus inquietudes. La Rabia, indignada y agresiva, cargó las culpas de lo vivido contra la otra parte de la relación:
- ¿Es lícito dar con intención de quitar después?... Lo tenía premeditado.
En la segunda parada el Corazón quedó solo al bajarse los demás viajeros. En su lugar subió la Obsesión, comenzando a dar vueltas a cuestiones relativas al otro sujeto implicado: qué hará, dónde y con quién está, a qué saben los besos que no se besarán. La letra de una canción, la silueta de la luna o el detalle más nimio incitaban ese pensamiento reiterativo, que se extendía insaciable a las horas de descanso. Y es que a veces la mente se comporta como un monstruo: si le das de comer, estás perdido.
Antes de alcanzar un nuevo andén pasó por allí la Dependencia quien, al ver sitios libres, pidió poderse sentar. A ella, tan esquiva con el humo del tabaco, le habían asignado por analogía un vagón de fumadores. Agradeció el gesto afirmativo, tomó asiento junto a la ventanilla y describió un fenómeno que acostumbra a vivir: el de “la mariposa que se quema en la llama”.
Una mariposa es atraída compulsivamente por la luz que emite esta. Tal atracción le resulta dañina pues cuanto más se aproxime mayor será el grado de sus quemaduras. El bello insecto insiste en su propósito una y mil veces a pesar del rechazo recibido. No puede hacer nada para evitarlo. Esa pulsión, como tantas otras, debe combatirse para impedir que destruya sin remedio al elemento sobre el que ejerce su influjo: la mariposa.
El Corazón escucha expectante.
En el alto siguiente volvió a quedarse solo, si bien no tardó en incorporarse la Resignación. Prima hermana de la Sensatez, ayudó a poner las cosas en su sitio y a despedirse de aquello a lo que hubiera que decir adiós: las ideas obsesivas, la autocompasión, el sentimiento de culpa… La vida es mucho más que una pareja que no te merece. Era importante asumir tal realidad, aun sabiendo que el olvido viene siempre con retraso.
- No reniegues de tus errores pues de su mano camina la experiencia. Tal vez la necesites para acabar encontrando a la persona adecuada... Y no te preocupes de lo lejos que debas ir. Lejos es ponerle tu sonrisa a un recuerdo que dolía.
Este tramo de viaje se hizo particularmente corto, bromeando incluso sobre aventuras pasadas.
Al llegar a su ciudad, aquel pasajero de amable conversación se apeó dejando su asiento a la Ilusión y la Esperanza. Estos trotamundos amenizaron el trayecto con sus chistes, sus canciones, sus anécdotas. ¡Qué divertido! Los tres sonríen.
En la penúltima estación el Amor accede a una plaza del compartimiento. Fue una visita tan grata como inesperada.
- ¿Qué haces de nuevo aquí? –le preguntó el Corazón.
Estrecharon sus manos, hablaron sobre las vueltas que da la vida, repasaron cómo las relaciones humanas nacen, crecen y, en ocasiones, acaban. Amar es una vía de doble sentido: muchos son los que van, pero cuántos los que vuelven. El trayecto resulta distendido, feliz.
Entre muecas de complicidad, aquel sentimiento revela un consejo:
- El día que vuelvas a acelerarte por alguien y tengas oportunidad de decírselo, díselo. Primero: porque apena que una relación termine antes de empezar, diluida en la timidez o el silencio. Segundo: porque este tipo de taquicardia merece lo mejor. Y tercero: porque a veces el momento oportuno pasa. Ama incluso cuando menos te lo pidan pues tal vez sea cuando más lo necesiten. Y recuerda que siempre te arrepentirás, no de lo que hiciste –que al fin y al cabo te ha llevado hasta donde estás-, sino de no haber hecho aquello que quisiste y pudiste hacer.
Solo las palabras que nacen del corazón llegan al Corazón.
Finalmente nuestro protagonista alcanzó su destino. Para su sorpresa era el mismo que el de partida, estando los familiares y amigos que acudieron a despedirle. En verdad siempre estuvieron allí, aportando su granito de arena para que ese recorrido fuera lo más breve posible.
Les agradeció su apoyo, al igual que a sus colegas de mochila, sin olvidar a uno imperceptible que había sido de gran ayuda: el Tiempo.
Cada mañana suben a ese ferrocarril demasiados ventrículos dolidos. Aun cuando piensan que su historia resulta irrepetible, todas acaban pareciéndose entre sí.
Cada mediodía la Nostalgia y el resto de su cuadrilla acceden al mismo vagón mientras la Dependencia, por paradójico que pudiera parecer, sigue buscando hueco entre los no fumadores.
Pero también cada tarde regresan a esa plataforma miles de corazones acompañados por una nueva ilusión.
Es el tren de los afectos, de los latidos, de la propia vida. ¡Que no lo detenga nadie!
Nota: Cuento Viajando en el tren del corazón, incluido en mi libro "El amor azul marino".