miércoles, 31 de diciembre de 2014

Un filandón para despedir el año

Si filandón es "una reunión que se realiza por las noches una vez terminada la cena, en la que se cuentan cuentos en voz alta, al tiempo que se trabaja en alguna labor manual", el pasado fin de semana tuve ocasión de vivir uno de ellos en toda la extensión de su palabra. Fue en el municipio leonés de Villoria de Órbigo, concretamente en la llamada "Casa de la Aurelia", donde un grupo de amigos nos reunimos en torno al fuego de una chimenea para compartir historias, leyendas, canciones y cuentos. El mío, lo podéis imaginar: "El amor azul marino".
Fue una experiencia entrañable, a la antigua usanza. No en vano, el filandón fue declarado por las Cortes de Castilla y León "Bien de Interés Cultural", estando pendiente de su inclusión dentro del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO.
Desde el recuerdo de dicha vivencia y en la esperanza de poder repetirla a lo largo de este 2015 que en nada comienza, Feliz Año Nuevo.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Feliz Navidad

Mi tío suele decir que lo que bien empieza puede no acabar bien, pero que lo que mal empieza, seguro que acaba mal. Lo cierto es que nadie se pone de acuerdo en cuándo comienza realmente esa Navidad. Abuelito opina que el 22 de diciembre, coincidiendo con el sorteo de la Lotería. Mamá cree que un poco antes para que así, en esa fecha, luzca ya nuestro belén. El ayuntamiento encendió las luces de sus calles a mediados de mes. Papá adquirió los regalos a principios del mismo. La televisión lleva semanas anticipándola con sus anuncios. Y existen unos grandes almacenes que –si por ellos fuera- dirían que es Navidad todo el año con tal de que les compremos.
El caso es que durante estos días he sentido mi primera Navidad. ¡Y sin belenes, que esta fiesta no se vive en las figuras sino en el corazón! Conocí la nieve, hicimos un muñeco con ella y le puse una zanahoria por nariz, montamos el árbol con una estrella en su copa, tarareé los villancicos que cantamos en familia, probé un trocito de turrón blando e incluso –aun siendo más de los Reyes que de él- llegué a lucir un gorro del mismísimo Papá Noel... 

Nota: Párrafo perteneciente al relato "Concierto para Año Nuevo", incluido en mi libro "Nanas para un Principito".

lunes, 15 de diciembre de 2014

Soria en el corazón

Por ser la tierra de mi madre, por vivir allí gran parte de nuestra familia, por haber pasado mi infancia entre sus calles, por tantas raíces, vivencias y sentimientos, declaro abiertamente que llevo Soria en el corazón. No en vano, en tres de mis cinco obras hay historias que suceden con el trasfondo de sus pasajes.
Por eso es un motivo de orgullo que desde el primero ("El amor azul marino") hasta el último de mis libros ("Nanas para un Principito"), todos formen ya parte del fondo bibliográfico de los Bibliobuses que recorren su provincia. 

domingo, 7 de diciembre de 2014

Felicidades, Dorita

Hoy siete de diciembre hubiera sido el cumpleaños de Dorita, mi madre. ¡Muchísimas felicidades! A pesar del tiempo que ya hace que se fue y de cómo se fue, la llevo siempre conmigo. De hecho, de un modo u otro está ahí, protegiéndome, aconsejándome, queriéndome... Al menos, así lo siento yo.
Aun cuando con motivo de algún Día de la Madre ya dejé otra entrada similar, recojo un breve párrafo escrito sobre ella y que plasmé en mi libro "El azul marino", dedicado a mis padres por igual.

Aun a riesgo de parecer retórico, no encuentro calificativos para describir a una persona tan extraordinaria, tierna, buena, cariñosa, humilde, dulce, generosa, sufrida, sincera, entrañable… como Dorita, mi madre. Porque además de darnos todo y ser el eje de la familia, no hubo un solo momento que no estuviera ahí, pendiente de sus retoños, derrochando sentimientos y alegrías sin mayor interés que el nuestro.
Ella decía que a pesar del tifus de los cuarenta, su infancia fue feliz. Tenía la costumbre, diabólica costumbre en una criatura, de chuparse el pulgar de su mano derecha. Alarmados por ello, el maestro y el boticario decidieron solucionarlo según los cánones del momento. Cada vez que entraba en la escuela le colgaban dos tablillas a modo de peto en las que podía leerse: “Teodora, la chupona”.
En cualquier otro caso hubiera sido motivo de burla por el resto de la chiquillería. Pero aquella niña era tan especial que todos guardaron sus mofas para cuando el travieso de Carlitos se hiciese pis en la cama.