Hubo un tiempo en que soñé con una barriada de Palestina donde hace más de 2000 años vivía un prestamista llamado Mino. Era huraño, solitario, pasaba las horas repasando sus cuentas y apenas tenía contacto con otros aldeanos.
Una mañana al despertar descubrió su pañuelo anudado. Era un nudo marinero, de esos que solía hacer cada vez que quería recordar algo importante, pero no cayó en la cuenta de por qué pudiera ser. Tal vez debiese cobrar la iguala que impusiera el usurero, preparar sus aparejos al afilador o dorar el mango de algún cayado.
- Seguro que alguien pretende meter sus rebaños en mis tierras sin pagar tributo -pensó-. Pondré espino sobre la cerca.
Mas aquellas razones no acababan de convencerle.
Mientras cavilaba sobre los motivos del nudo, llamaron a su puerta.
- ¿Quién vendrá molestando a estas horas?
Era un hombre con barbas, túnica sencilla sin cordel, sandalias de esparto. Tiraba de su mula sobre la que iba una mujer encinta; hermosa ella, muy hermosa, desprendiendo una dulzura extraordinaria.
- Bien hallado, buen hombre -dijo aquel visitante-. Soy José de Nazaret, de oficio carpintero, junto a mi esposa María. Esta noche dará a luz un niño que se llamará Jesús, y quisiéramos pedir asilo en vuestra morada.
Pero Mino no estaba para tonterías.
- Si quieren parir gratis que vayan a Jericó -refunfuñó mientras les cerraba de un portazo...
Nota: Desde estos primeros párrafos del cuento El nudo en mi pañuelo, incluido en mi libro "El amor azul marino", os deseo de corazón una Feliz Navidad.
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