De siempre he sentido especial admiración por mi abuelo
Ildefonso. Un malagueño de mundo, marinero, flamenco por los cuatro costados,
que renunció a sus coplas, su puerto y al sol de su Andalucía por una mujer tan
mujer como mi abuela. Un hombre que nunca dejó de escribir, de cantar, de
contar historias. Primero a ella, luego a ella y a sus hijos, después a ella y
a sus nietos:
...yo considero un borrico
al que tiene mucho cobre
y pasa la vida pobre
para luego morir rico...
Ildefonso creía en Lorca (¡verde que te quiero verde!),
Machado, Miguel Hernández... Como muchos de ellos, anotaba sus poemas en los
rebordes de los periódicos confiando que algún día los pudiera publicar. La
vida no le permitió esa ligereza...
Nota: Párrafo perteneciente al relato Los sonetos del cero, incluido en mi libro "El amor azul marino".
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