Pudo haber sido cualquier otro jueves, cualquier
otra estación, cualquier otra ciudad. Los inocentes pudieron ser los del turno
de tarde; los vagones, los del cercanías que pasa por Alcorcón. El terrorismo
no atiende a razones y golpea allí donde se cree fuerte; le dan lo mismo sus consecuencias.
La inmensa mayoría de la sociedad manifestó sin
fisuras su repulsa a tal sangría. Las calles de toda España se llenaron de
personas que siguen confiando en las personas; de gritos a favor de cuantos
valores positivos dignifican nuestras vidas.
El recuerdo de las víctimas camina en ese sentido. Descansen
en paz.
Nota: Párrafo perteneciente al relato 192 estrellas, incluido en mi libro "El amor azul marino".
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