De siempre he defendido el potencial educativo, lúdico, pedagógico y terapéutico del cuento. De ahí que -en función de las circunstancias y sus destinatarios- hayamos recurrido tantas veces a este género literario para entretener, transmitir valores o incluso difundir mensajes preventivos. En estos momentos constituye la base del programa que capitaneo Déjame que te cuente..., destinado a mejorar la Asistencia Sanitaria en el Hospital donde trabajo.
Casual o causalmente, este verano se prevé cargado de sesiones de cuentacuentos por mi parte, pues cada vez nos reclaman más para hacerlas. De manera que realizaremos una especie de Tour que empezará mañana en el Palacio de Congresos de Mérida y terminará allá por el mes de octubre en la Escuela Ars Nova, de Cuenca.
Entre medias, disfrutaremos con los bolos que ya tenemos cerrados en León (junio, Barrio de San Mamés), Burgos (junio, Hospital Universitario de Burgos), Tenerife (julio, pendiente de concretar), Segovia (julio, Centro Nacional de Educación Ambiental) y Huelva (septiembre, Palacio de Congresos), más algún otro que pudiera salirnos.
Ciertamente, jamás esperé estar tan solicitado, y a menudo comento que la vida real sobrepasa a la de ficción... Pero es que en los cuentos sucede tal que así. No en vano, como ya asegurase el genial Chesterton, los cuentos de hadas superan la realidad, no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos.