Decía el escritor Alan Bennett que existen dos tipos de autores: los que tienen lectores y los que tienen fans. Quizá las circunstancias tiendan a encasillarme entre estos segundos, y más con las siguientes razones:
1.- Porque las ventas de mis libros no son grandiosas, aun cuando con alguno su tirada se contara en unidades de millar y en ciertas presentaciones acudieran varios cientos de personas. ¡Todo un récord para un escritor sin agente literario ni más promoción -al margen de la que pueda realizar cualquier editorial- que estos blogs míos, que acumulan a diario una media creciente de visitas! También es cierto que todos mis editores han quedado contentos conmigo y, aun sin contar con el aval de ningún bestseller, cada obra ha cubierto de sobras los objetivos previstos.
2.- Porque, como asegura un librero amigo, en las Ferias hay mucha gente que se acerca a preguntar por ti... pero pocos que preguntan por lo que escribes. Aun cuando mi ego pudiera pensar lo contrario, eso me gusta: afortunadamente, priorizan a la persona.
3.- Porque desde el primer día, mis verdaderos agentes literarios son nuestros amigos, con la suerte añadida de que los tengo bien repartidos. Los hay en Alboraya, Ejea de los Caballeros, Huelva, Cuenca, Tabernes de la Valldigna, Toral de los Guzmanes... E incluso en Mar del Plata, Módena o Estocolmo; sin olvidar ese triángulo tan mágico para mí que constituyen las ciudades de Zaragoza -allá donde nací-, Madrid -allí donde como médico me formé- y León -acá donde actualmente vivo.
4.- Porque en casa presumo de dos admiradores tan acérrimos como incondicionales: mis hijos.
5.- Y porque realmente poseo un Club de Fans. De lo más sencillo, eso sí: en la red social Facebook, con no muchas entradas, con apenas una treintena de seguidores que están siempre ahí... Pero también de lo más extraordinario.
De hecho, estoy convencido de contar con su apoyo para la difusión de mi próxima obra "Catorce lunas crecientes" (Editorial Péndula), en la que espero agradecido aumentar también mi número de lectores. Y, si no fuera así, le repetiré a mi ego eso que pone en otra de las tazas de nuestros desayunos que algún amigo mexicano nos regaló: Cuando estoy de bajón, tomo asiento, me relajo y pienso: ¡Carajo, si hasta tengo club de fans!
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