Os adjunto un extracto de la entrevista que en su día me hicieron desde la agencia mexicana Notimex con motivo de la publicación de mi obra Mi planeta de chocolate, a fin de que me conozcáis un poco mejor:
Pregunta (P): En sus libros narra muchos de sus viajes por el mundo. ¿Aparece allí
México o algún otro país latinoamericano?
Respuesta (R): En efecto. He visitado Perú, Costa Rica, Argentina y un
poco de Brasil y México. Todo muy lindo. Sin embargo, en Cartas para un país
sin magia preferí centrarme en los viajes realizados como médico epidemiólogo
a Benin en África Central, los Balcanes durante la guerra en la Antigua Yugoslavia,
Oriente Medio... Se trata de una colección de relatos en la que, partiendo de
las experiencias vividas, invito de nuevo a la reflexión.
(P): Usted ha donado
siempre los derechos de autor en favor de Aldeas Infantiles, ¿es la mejor
demostración de que escribe por amor a la literatura, y de que,
fundamentalmente, los cuentos son para los niños?
(R): Siempre
he dicho que la Medicina
es mi vocación, la profesión de la que vivo. Y que la Literatura es mi
pasión, esa afición que ocupa mi tiempo libre. Escribiendo disfruto como nadie,
soy feliz. Y a ello añado la capacidad de compartir esa sensación con mis
lectores. Con ello me siento suficientemente pagado.
Por
eso, y porque he colaborado activamente con Aldeas Infantiles SOS (cuya labor
a favor de la infancia resulta encomiable), he cedido a esta ONG los derechos
de autor de toda mi obra. Es una cuestión de coherencia.
(P): Además de autodenominado cuentista, usted es cuentacuentos, ¿en qué contextos? ¿Cómo hace para
convertirse en narrador?
(R): En
efecto, me identifico plenamente con la palabra cuentista. Cuentista porque utilizo el cuento
para expresar lo que siento, por pertenecer a una familia que se cuenta las
cosas. Mis dos primeros libros abordan este género literario, mientras que en Mi planeta de chocolate el protagonista es un enamorado de los mismos.
Y me
encanta la palabra cuentacuentos. De hecho, en España he participado en
distintos certámenes al respecto. También he realizado sesiones ante niños,
personas mayores institucionalizadas y últimamente con alumnos de enseñanza
secundaria. Siempre de una manera altruista.
Para ser
narrador solo hay que tener algo que contar, creer en ello y contarlo. Porque los
cuentos gozan de un don especial: además
de ser muy útiles para la transmisión de valores, son capaces de generar
emociones en quien los escucha. Y eso, créanme, es magia en estado puro.