La Música en mi casa es el pan nuestro de cada día. Manuel en su Trombón y Amalia en su Piano han encontrado en ella, no solo un instrumento con el que realizarse, sino una autopista para ser feliz.
A él le tarareas cualquier canción y te la escribe de inmediato en el pentagrama. A ella le gusta más sorprender, dedicándonos sin esperarla alguna melodía. Y a ambos -ajustándose a los horarios establecidos y con permiso del vecindario- les siento crecer, como músicos y como personas, en cada concierto, en cada ensayo con sus orquestas, en cada pase con su charanga...
En la tarde de ayer lunes, Amalia -nuestra Sirenita- actúo en la sala de audiciones del Conservatorio de Música Profesional de León -del que tanto ella como su hermano son alumnos- interpretando tres obras realmente complicadas para su edad: Perpetum mobile y Homenaje a Tchaikovsky, de G. Kurtág, y Menuet en Do Mayor, de J.P. Rameau. Asumo que como padre mi opinión será siempre subjetiva, pero desde esa objetividad que también me otorga la condición de público, apuntaré que lo hizo fenomenal. Diez de diez, como de pequeño decía Manuel.
Y es que, seguramente, Nietzsche estuviera en lo cierto cuando aseguró que sin Música, nuestra vida sería un error.