
Al tiempo me viene el recuerdo de aquel día en el que un adolescente copió mi cuento titulado "El amor azul marino" -curiosamente, el primero que escribí- y lo presentó al concurso literario de su colegio, obteniendo el máximo galardón. Lo supe cuando salió publicado en la web del centro y Google Alerts me lo advirtió, dado que ni siquiera le había cambiado el título.
Evidentemente, ambos episodios son muy diferentes. En el que a mí me afectaba, no hubo intención de lucro, al menos monetario. Todo se enmendó con un escrito mío, mil disculpas suyas avaladas por la dirección del colegio -no en vano, le retiraron el trofeo que había conseguido-, y esa lección de honestidad que aquel joven cuentista jamás olvidará.
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