Casual o causalmente, en el hospital donde trabajo y en mi casa hemos inaugurado a la vez un acuario con peces. El del centro sanitario es grande, se ha instalado en su Hospital de Día Oncohematológico, cuenta con distintas especies y fue explicado por alguno de los niños ingresados en el Servicio de Pediatría... El de nuestro hogar es pequeño, lo ubicamos en la cocina, solo tiene de momento un ejemplar -al que hemos llamado Gota- y lo describe de maravilla nuestra pequeña Amalia, que por algo fue otro regalo por su cumpleaños.
Ciertamente, se han constatado sobradamente las propiedades sanadoras que posee cualquiera de estos acuarios: desde reducir el nivel de estrés -normalizando con ello constantes fisiológicas como la frecuencia cardíaca o la tensión arterial- hasta mejorar la concentración y creatividad. De ahí la importancia que concedo a ambas inauguraciones. Si bien, buceando en el océano de la metáfora, tampoco podemos olvidar que para descubrir cómo es el mar habría que salir de la pecera.